Thief of Thieves

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Cuando yo era chico, o más chico, o como sea, digamos, cuando la Tierra aún era una masa incandescente, la TV era en blanco y negro y teníamos cuatro canales a nuestra disposición. Cuatro. Y gracias.

Sí, sí, niños. Hubo un tiempo en el que no había Internet, ni cable, y si uno se levantaba a las 3 de la mañana a ver la tele sólo podía ver estática. Y no había siquiera color. El color llegó recién en 1978, y sólo para unos pocos.

En fin, hace mucho, mucho tiempo, entre los enlatados yanquis de la época había una serie de TV llamada Ladrón sin destino (título original: It Takes a Thief), protagonizada por Robert Wagner (el chico de las publicidades de la gomina Brylcreem), como Alexander Mundy, el mejor ladrón del mundo, tan capaz de robarse una billetera como de desvalijar un museo. Tan bueno es Mundy que, cuando eventualmente lo atrapan, la inteligencia norteamericana lo contrata para que robe planos secretos, desenmascare traidores, etcétera.

Pero bueno, eso fue hace ya medio siglo. Hoy ya no está Mundy, pero tenemos a Redmond.
Redmond (sólo Redmond, como Madonna o Sting) no es Alexander Mundy, es mejor, o en todo caso, es distinto. Es una mezcla de Alexander Mundy con Danny Ocean con James Bond con Bruce Wayne con Arsenio Lupin, con el personaje de Will Smith en la película Focus (2015).

Ojo, que digo Bruce Wayne, no Batman. O sea, nada de andar disfrazado por los callejones, nada de batarangs ni cosas así, pero básicamente el mismo intelecto. Aunque, si alguna vez tuviste la curiosidad de saber qué hubiera pasado si Bruce se hubiera asociado con Selina Kyle para saquear ricachones, no podés dejar de leer Thief of Thieves.

Redmond es el mejor ladrón del mundo, y punto. Ladrón de ladrones. Y todos lo saben, léase: todas las fuerzas policiales y todos los ladrones del mundo, del más importante al más pedorro, lo saben.

Redmond no trabaja para el gobierno, no hace de héroe. Lo único que le importa a Redmond es Redmond. Y el tipo es mejor que Al Mundy, mejor que Danny Ocean, mejor que cualquier ladrón de su universo, porque hasta ahora la policía de ningún país le ha podido echar el guante. Él siempre está un paso adelante de todos, como Batman. Lo que no quiere decir que no tenga debilidades o puntos ciegos. Por lo pronto, tiene una ex, y un hijo, que tal vez termine siendo la causa de su ruina.

Digna de mención: Celia, la aprendiz que es a Redmond lo que Catwoman es a Batman, o, más bien, lo que Robin es a Batman, aunque también es su Moneypenny y, por qué no, su Happy Hogan y/o su Pepper Potts, todo en uno.

Y por supuesto, ver operar a Redmond, ver cómo sus planes se desarrollan, cómo roba, estafa y engaña, es un lujo, un disfrute. Incluso cuando las cosas no salen como esperaba, el tipo acomoda el golpe y de alguna manera se las arregla para caer parado. Casi siempre.

Como sea, los 43 números de Thief of Thieves (2012-2019) son un placer. Nótese que son 43, y no más, los justos y necesarios. Y no hay relleno, no hay alargamientos, prórrogas o rellenos. Eso sí, hay acción, planificación, vueltas de tuerca, negociaciones, personajes muy interesantes.

Hay lugares comunes (tópicos, clichés) que se trastocan, otros se dejan intactos. No quiero contar demasiado para no arruinarle el descubrimiento a nadie. ¿Qué más? El guión es de Nick Spencer, la historia base es de Robert Kirkman, pero luego hay varios cambios de guionista, aunque la calidad no se resiente en lo más mínimo. El dibujo de Shawn Martinbrough es más que aceptable, y del primer al último número se mantiene el mismo dibujante, lo que le da cohesión a la obra.

Recomendable para todo aquel que quiera tomarse un respiro entre tanto cómic de superhéroes, de zombis y de superhéroes zombis.

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Esta reseña ha sido publicada anteriormente. Se permite su reproducción total o parcial en tanto se reconozca al autor. © 2020 Hugo C.

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