Merci
Zidrou es uno de mis autores favoritos. No sólo de BD sino de cómic, en general. Es un guionista versátil y no hay género que no resuelva con solvencia. Además, suele aliarse con buenos dibujantes, así que cualquier álbum de su autoría es, para mí, instantáneamente recomendable. Ése es nuevamente el caso con Merci (2014), que cuenta con los dibujos de Arno Monin, que también se hace cargo del color. (Ésa es otra de las ventajas de leer los álbumes de Zidrou: uno va conociendo artistas estupendos de los que no tenía el más mínimo conocimiento.)
Esta vez la emprendí con la edición francesa de Bamboo. Mi francés sigue siendo mediocre pero hace poco había leído la traducción española de Norma y además, en caso de necesidad, el YACReader tiene una utilísima herramienta de traducción que me ha sacado de más de un apuro. Aún así, a veces me pregunto: ¿En serio, Hugo, en francés? ¿Por qué tomarte tantas molestias?
Bueno, en primer lugar, por el arte de Monin. Mi copia de la versión castellana no estaba en las mejores condiciones y, si bien me permitió seguir la historia y enterarme de qué iba la cosa, no le hacía justicia a los dibujos. Por otra parte, prefiero leer los originales, no sólo por aquello de traduttore, tradittore sino porque creo que la rotulación es parte del artwork del cómic en cuestión. Tanto es así que, en los casos en los que no manejo el idioma –alemán, japonés, ruso, polaco– me gusta "mirar" la rotulación, aunque no entienda ni pepa.
Pero no es éste el caso hoy. Mi francés puede no servir para pasear por las calles de París, pero basta para encarar un álbum de BD. Merci cuenta la historia de la chica epónima, una adolescente rebelde pero buena de 13 años que, es condenada a un mes de trabajo comunitario por haber pintado el frente de la casa de su profesor de matemáticas. Pero este trabajo comunitario no consiste en colaborar con un comedor para indigentes o cortar el pasto en algún parque de la ciudad, sino en presentar un proyecto, alguna actividad o algo que beneficie al pueblo. Así es que Merci tendrá que reunirse a diario con los concejales municipales y confrontar diversas situaciones y prejuicios de gente mucho más curtida que ella, bien intencionada pero de algún modo enredada en la rutina burocrática y en el "esto no se puede hacer". Merci será para ellos una bocanada de aire fresco, pero también ella aprenderá nuevas cosas y crecerá un poquito en esos 30 días.
Y ésa es, a grandes rasgos, la historia. Por supuesto que lo mejor, como suele pasar con las historias de Zidrou, son los personajes. No sólo Merci y sus amigas Frida y Agnetha –y sus padres, encarnizados fans de ABBA– sino los concejales y trabajadores del Concejo Deliberante de la ciudad, y personajes con relativamente menos exposición pero que dejan un recuerdo indeleble, como la madre de Merci, el abuelo tirabombas o el juez comprensivo, por no hablar del interés amoroso de Merci, todo suma y nada desentona. A decir verdad, cuando comencé a leer Merci, llegué a temer que por una vez a Zidrou se le hubiese escapado la tortuga. ¿Otro cómic de rebelión contra el establishment? Los cómics panfletarios no son santo de mi devoción.
Y sin embargo, no fue así. La rebeldía de Merci y sus amigas es por momentos tan ingenua que es enternecedora. Y está bien que sea así. Una de las cosas que me desagrada de Mafalda es que muchas veces –casi siempre– Quino la haga hablar como si fuese una cruza de Noam Chomsky y Gloria Steinem en vez de una niña de 8 años. En cambio, Merci habla como la chiquilina de 13 años que es y chusmea con sus amigas y se enamora y descubre la obra de un poeta local, "un hombre que amaba a su mujer", y queda fascinada. Y es en esa fascinación que Merci terminará encontrando la respuesta y sabrá qué es lo que necesita la ciudad.
En cuanto al arte de Monin, es hermoso, sencillo, expresivo, 64 páginas que son como un tazón de chocolate caliente en invierno.
Ésta es una reseña original para el blog de Betina. Se permite su reproducción mencionando la fuente. © 2021 Hugo C.
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