La línea de montaje

Reflexión a medio hacer…

No creo que cuando Henry Ford inventó la línea de montaje en 1913 haya pensado que ésta terminaría aplicándose ya no solamente a la producción de objetos utilitarios sino a la de la mayoría de los cómics del mercado estadounidense.

Si le echamos una mirada a la página de créditos (o indicia), encontraremos una lista de los involucrados en su producción. La lista suele mencionar:

- en el caso de una franquicia, el creador del personaje en cuestión (por ejemplo: "Batman creado por Bob Kane").
- el guionista de este episodio en particular.
- el diseñador que hizo la composición (o layout) de las páginas.
- el dibujante que hizo los dibujos base, a lápiz (a veces son más de uno, en ese caso, la indicia menciona quién hizo cada página, por ejemplo, "pp. 2-3, Frank Miller, pp 4-22, Juan de los Palotes").
- el dibujante que pasó a tinta los dibujos a lápiz.
- el colorista (no aplica para los cómics en blanco y negro).
- el encargado de rotular los diálogos, títulos, cuadros de texto y efectos de sonido.
- el editor, que se encarga de supervisar a los anteriores y hace las veces de corrector y da el visto bueno a la versión final del producto.
Sin mencionar a los ayudantes del lapicista y/o del entintador, de los que hablaremos en otra ocasión. (O no.)

Como lector, prefiero los cömics "de autor", en los que un único creador se ocupa del guión y del dibujo, como puede ser el caso de un Manara o un Crumb, o cuanto mucho, de un tándem de guionista y dibujante, al estilo Trillo-Altuna, Oesterheld-Breccia o Goscinny-Uderzo. Ojo, no me engaño, sé que el dibujante seguramente dispone de uno o más ayudantes que se ocupan de los fondos o incluso de salvar las papas en caso de enfermedad, pero para mí es más meritorio el cómic de autor que el que sale de una línea de montaje. Too many cooks spoil the broth: los muchos cocineros arruinan la sopa.

Porque si bien hay casos de líneas de montaje con un excelente resultado final, también tenemos el caso de un entintador que masacra unos lápices maravillosos, o de un color mal aplicado, etcétera. Aunque ahora el color y la rotulación suele hacerse digitalmente.