Frozen

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Esta es la película de 2010 y no se trata de dibujitos animados aunque acá también hay nieve, y, a diferencia de la de Pixar,  está hecha por unos pocos pesos. Tiene una premisa sencilla y lo suficientemente efectiva, no sé si para aterrorizar, pero al menos para ponernos un poco incómodos.

En Frozen no hay un asesino sobrenatural ni un monstruo jurásico ni un destino que se ensañe, sino solamente la estupidez propia y ajena, que termina desembocando en el predicamento al que se ven enfrentados los protagonistas.

Tres treintañeros (o casi) van a una montaña a esquiar, y como no quieren gastar dinero, se las ingenian para sobornar al empleado y subir a la aerosilla de contrabando, sin pagar lo que realmente corresponde. Dije: "se las ingenian", pero la palabra les queda grande. Son dos tipos y una tipa y entre los tres no suman dos neuronas.

Los tres suben con el resto de los esquiadores a la montaña y hacen y dicen algunas tonterías, tanto como para que nos demos cuenta de que se trata de las víctimas más merecedoras de la guadaña desde The Final Destination (2009). Dos de ellos son novios –la chica y uno de los chicos, que es una película de 2010, nada de LGTBQ ni otras letras– y el otro trata de levantarse a una esquiadora pero en vez de un besito sólo consigue un merecido castañazo de su novio. (Aunque eventualmente la tipa le da su número de teléfono. Para lo que le va a servir…)

Y así va pasando el día y llega la hora de descender. Hace mucho frío y es domingo y los empleados ya están a punto de cerrar hasta el viernes próximo, así que taza, taza, cada uno a su casa –aunque hay un cambio de empleados y nadie se da cuenta de que aún quedan tres pazguatos en una silla, ahora suspendida a mitad de camino a la montaña. Así es, amigos, lo barato sale caro.

De modo que se van todos, y los tres infelices se quedan atorados en la silla. Para terminar de redondearla, les apagan las luces como se las apagan a los pollitos en los criaderos, para que no coman. Estos tres tampoco iban a comer mucho, ya que como era por un ratito, no se trajeron ni un caramelo de esos que dan de vuelto en el supermercado chino.

Y listo. No se pueden tirar al piso desde la aerosilla porque está a demasiada altura del suelo. Si se quedan sin hacer nada se van a congelar, y no sólo no tienen comida sino que tampoco pueden moverse demasiado ya que la silla es bastante endeble, y aunque pudieran bajarse hay nieve por todas partes y no hay manera de orientarse, y aunque pudieran orientarse están lejos de la carretera, y de todos modos y por si fuera poco un cardumen de lobos los ha olfateado y se acercan sin prisa pero relamiéndose sincronizadamente. Y va cayendo un poco de aguanieve y puede que granice pero aunque no granice, hace mucho pero que mucho frío.

La película es de una simplicidad espartana, y la cámara no se aparta de los tres desdichados que quedaron atrapados en la aerosilla. No hay una madre o padre o tutor o encargado que se refriegue las manos en otro decorado, preocupándose por alguno de los tres pazguatos, ni un comisario o carabinero que arme un grupo de búsqueda o al menos de WhatsApp para dar con el paradero de esta gente.

Y bueno, va un pequeño spoiler: la cosa no termina bien.

Lo bueno es que los actores son unos completos desconocidos, así que los lobos se los pueden devorar sin prejuicio alguno y el espectador no tiene ni la más mínima idea de quién pateará el cubo en primer lugar. Podríamos llamarlos como sin duda los llaman los lobos: Entremeses, Colación y Postre.

Hay unos arrumacos, o más o menos, entre Entremeses y Postre, que son los novios, pero la cosa no pasa a mayores… o sea, sí, pero no, porque no hay mucho que se pueda hacer en una aerosilla en medio del frío invernal y con un cretino al lado. Por otro lado, Postre no soporta a Colación –una especie de Shaggy pero sin perro–, que es el amigo de Entremeses. Falta agregar que Colación tampoco tiene una opinión demasiado halagadora de Postre, y a Postre no le cae muy bien Colación luego de que éste se haya orinado en la silla.

Eventualmente Entremeses se arroja de la silla y de alguna manera se las arregla para romperse no una sino ambas piernas y quedar a merced de los lobos, que proceden a devorárselo minuciosamente, dejando apenas lo suficiente –algunos huesitos y la licencia de conductor, digamos– para que a Colación y Postre no les queden dudas de que a su amigo se lo han comido los lobos y no murió de, por ejemplo, una uña encarnada.

Así que de los tres pelandrunes que comenzaron la película, sólo quedan dos. A estas alturas también Postre se ha hecho pipí, aunque no popó. El único que no va de cuerpo en la película es Entremeses, pero de todos modos igual terminará abonando el suelo, una vez que los lobos lo hayan digerido.

La película sigue, pero yo me bajo acá así no cuento el final.

¿Vale la pena verla? Yo diría que sí. Se trata de una película con buen ritmo y la duración ideal, la trama es sencilla y sólo cuenta con un puñado de personajes. Hay uno o dos tramos un poco tediosos, pero en general la película no le da demasiadas largas a la cuestión principal –la supervivencia de los protagonistas – y así la tensión no tiene tiempo de menguar ni disiparse con argumentos secundarios. Si se la cruzan en un canal de cable a las 2 de la madrugada, yo diría que le den una oportunidad.

FICHA TÉCNICA
Título original: Frozen
Año: 2010
Director: Adam Green
Con: Emma Bell, Kevin Zegers, Shawn Ashmore
Distribuidor: Anchor Bay
País de origen: Estados Unidos
Idioma: Inglés
Clasificación: R
Duración: 93 min.
Certificado: 45480

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Ésta es una reseña original para el blog de Betina. Se autoriza su reproducción total o parcial en tanto se mencione a su autor. © 2021 Hugo C.

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