Iconografía y "sex appeal"

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Hola gente, buenos días, buenas tardes o buenas noches, dependiendo de la zona horaria y del momento en el que estén leyendo esto. Hoy comparto con ustedes un par de pensamientos semiarticulados que casi llegan a ser un artículo. Casi, pero no. Digamos que es el boceto inacabado de un artículo, algo como para comentar un par de ideas.
Hace un tiempo escribí un comentario sobre algunos fetiches del manga y el hentai. Muchos de ustedes habrán pensado: "Puf, qué pillines estos japoneses…" Pues bien, para demostrar que en todas partes se cuecen habas, hoy les propongo algo en la misma vena, pero que golpea un poco más cerca: ¿qué encontramos sexualmente atractivo en el cine y los cómics? Hablo de la atracción que genera un actor o una actriz en una película, o un personaje en un cómic o novela. Por ejemplo…
Uno ve a Scarlett Johannson embutida en su trajecito de Black Widow y los ratones comienzan a triscar alegremente. O sea, ve a una mujer de 36 años, que actualmente está viva y saludable, con la que posiblemente podría tener sexo de darse una serie de condiciones, la principal, que guste de uno y no sea alérgica al pelo de gato.
O ve a Marisa Tomei haciendo de tía May –que en español rima y es casi un versito–, o lee algún cómic de Manara o Altuna o incluso de Robert Crumb… (Son gustos, recordemos que entre nosotros hay quienes se excitan con la tía May de 89 años, así que no juzguemos, todo bien amigos.)
Pero... ¿qué pasa por tu cabeza cuando ves una película de una actriz y te enterás de que actualmente tiene 95 años? ¿Te sigue poniendo cachondo? ¿Y cuando ves una película de alguien que murió hace 20 o 30 años, o hace más de 50, como Marilyn Monroe? Te estás excitando por una pila de huesos. De ahí a la necrofilia y a salir en el noticiero de la TV por saquear un depósito de cadáveres, hay un paso.
Esta reflexión surgió cuando estaba preparando la reseña de una película llamada Zombie Strippers (2008), en la que vemos a unas señoritas que están bastante bien pero conforme va transcurriendo el metraje, se van deteriorando hasta convertirse en unos amasijos de tripas y huesos. Y sí, supongo que también hay gente que se excita con eso, vaya uno a saber.
¿Y si ves un dibujito erótico, te excita? Pillín, es un dibujito, nada más. Como dijera Robert Crumb: "Son líneas sobre papel, amigos". Y sin embargo…
Según lo poco que he leído sobre el tema, uno ya viene programado de fábrica para reaccionar ante determinados atributos y en el caso de los hombres se trata de los pechos y las caderas, que son lo que supuestamente garantiza la procreación y el mantenimiento de la prole. Y esto viene de hace mucho; fíjense si no, en las viejas esculturas y jarrones de las diosas de la fertilidad de antaño.
El cómic y el cine tienen una serie de convenciones en las que solemos no pensar. Cuando leemos un cómic sabemos que tiene un determinado sentido de lectura y al leer los globos de diálogo, cuadros de texto y onomatopeyas inmediatamente los traducimos a diálogos y monólogos, y algo similar pasa con los dibujos. En cuanto al cine, es sólo una sucesión de fotografías (fotogramas) que nos ponen a razón de 24 por segundo para crear la ilusión de movimiento. Y aún así nos emocionamos, nos indignamos, nos reímos, y, sí, nos ponemos cachondos con los dibujitos de los tebeos y las fotitos del cine.
En Japón la tienen aún más complicada con el manga, que tiene esos personajes de ojos enormes que son también una convención, ya que, al contrario que en los cómics occidentales, los japoneses suelen dar más expresividad a los ojos que a la boca.
Entonces, el cerebro del lector japonés no sólo tiene que decodificar el dibujo como tal, sino además ignorar el hecho de que en la vida real nuestros ojos no ocupan casi toda la cara.
Y sin embargo, de alguna manera nuestro cerebrito pasa por alto todas esas cosas y es así que hay gente que se pone cachonda con un dibujito XXX de los Simpsons, la versión hentai de My Little Pony –que sí, existe, y queda grabada a fuego en las neuronas de quien la haya visto– o, por qué no, la vieja tía May en un cómic de Spider-Man.
¿Y entonces? Seguramente el tema da para más, pero lo primero que saco de esto es el maravillarme de la cantidad de convenciones y mecanismos que hemos ido construyendo inadvertidamente o a sabiendas a través de los siglos, qué digo, milenios de civilización. Lo segundo, que somos todos unos pillines. Lo que no me cierra es que haya quien prefiera a una anciana decrépita en lugar de una cincuentona muy potable que--
- ¡Basta ya con Spider-Man! Ya entendimos.
- Buenísimo. Nos vemos en los comentarios.
Esta reseña ha sido previamente publicada en HTAL. Se autoriza su reproducción total o parcial en tanto se mencione a su autor. © 2021-2022 Hugo C.

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