Viper temporada 1

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El hombre sobre ruedas más buscado está a punto de cambiar de bando. Ahora lucha contra el sistema corrupto, por la justicia.
En fin.
A mediados de los ochentas, los argentinos supimos tener una saturación de series con vehículos "fantásticos" piloteados por justicieros solitarios. Seguramente esto se repitió en el resto de Latinoamérica y en España, aunque en Argentina esa saturación se vio incrementada por la falta de imaginación de los traductores locales: uno encendía la TV y tenía "el auto fantástico" (Knight Rider), "la moto fantástica" (Street Hawk) e incluso "el helicóptero fantástico" (Airwolf, que eventualmente fue retraducido como "Lobo del aire"). El concepto básico detrás de esas series era:
a. Un vehículo único. No había una flotilla de autos fantásticos o un escuadrón de motos o helicópteros igualmente fantásticos. Había solamente uno –al menos delante de las cámaras.
b. Un único personaje que pudiera pilotearlo. El día que el protagonista se quedaba en cama con gripe, no había quien pudiese combatir a los malandras de turno.
c. Una organización más o menos secreta que le pagaba el sueldo al piloto y a los mecánicos, la luz y el alquiler de las oficinas. Elemento obligatorio, siendo que el protagonista a duras penas podía costearse un par de porciones de pizza en el chiringuito de la esquina, ya no hablemos de echarle combustible al autito o pagarle el estacionamiento.
d. Un representante de la organización, que fiscalizaba el trabajo del piloto y que, a pesar de no aprobar del todo sus métodos o su personalidad, terminaba siempre por reconocer que al menos producía resultados.
e. Un mecánico (o una mecánica) que siempre refunfuñaba cuando inevitablemente el vehículo recibía alguna clase de daño.
f. En cada episodio, una amenaza que estuviese al alcance del vehículo en cuestión. Por eso los villanos en Airwolf siempre piloteaban un helicóptero y los de Knight Rider siempre estaban involucrados en robos a camiones blindados o contrabando de neumáticos o cosas así. Una aventura en la que hubiese, por ejemplo, un submarino nuclear o un avión de pasajeros era impensable en cualquiera de estas series.
El avispado lector se preguntará: ¿qué tienen que ver estas viejas series ochentosas con la de la reseña de hoy? La respuesta es: Viper está cortada por la misma tijera, pero con una década de retraso. Por eso mismo no tuvo demasiado éxito, porque ya nos encontró hartos de autos y motos y helicópteros fantásticos y no tanto. La TV había exprimido el subgénero hasta el hartazgo, repitiendo los episodios durante años después de que las series hubiesen finalizado.
Viper nos presenta el mismo concepto: un piloto –a sueldo de una organización secreta– que maneja un vehículo trucado y resuelve crímenes. El auto en cuestión es un Dodge Viper RT/10 rojo que con sólo apretar un par de botones se convierte en gris y dispara un pulso electromagnético que apaga el motor del auto de los malandras de turno. ¿Y qué más hace? Bueno, ya dije que cambiaba de color. Al menos no habla como el otro auto, que cuando comenzaba a hablar no había quien lo hiciese callar. Ah, también tiene un dron, como el pajarito robot del auto de Meteoro.
El episodio piloto nos muestra que el proyecto "Defensor" de lucha contra el crimen, financiado por el gobierno y aprobado por la municipalidad de Metro City, está a punto de ser cerrado antes de comenzar, ya que, si bien el auto "fantástico" –el Dodge Viper epónimo– ya está listo, no hay nadie capaz de pilotearlo. Según parece, hay una organización mafiosa que tiene a la ciudad patas arriba y sin el auto no habrá forma de detenerla. La lógica de ese pensamiento me elude completamente, pero es lo que hay.
El concejal Bigote dice: "Consíganme un piloto, como sea". (Sí, ya sé que no se llama Bigote, pero no me acuerdo el nombre y no pienso volver a ver el episodio para ver si le pesco el nombre. Es pelado y tiene bigote.) Hete aquí que justamente en ese momento –oh, casualidad–, el líder de una cuadrilla de malhechores que pilotea sendos autos negros y se dedica al latrocinio, tiene un accidente al escapar de la policía y va a parar al hospital de los muñecos, aparentemente con amnesia a causa del mamporro que se pegó con el auto. El concejal Bigote dice: ¿y si le lavamos el cerebro a este tipo que conocemos desde hace cinco minutos para que se crea que es un policía y lo ponemos a pilotear este auto carísimo e irremplazable?
Y eso es lo que hacen. Le borran los recuerdos al tipo, le dicen que se llama Joe Astor y que es un policía de Metro City. Y listo, habemus protagonistam. Eso sí, le quedaron secuelas: cada tanto –una vez por episodio, digamos– le dan unas migrañas televisivas y se agarra la cabeza, por lo general en algún momento dramático o que permita que se le escape el villano de turno.
No sé a ustedes, pero a mí me hace mucho, pero mucho ruido que los "buenos" le hayan borrado el cerebro a un tipo y lo fuercen a ser otra persona. En realidad esto lo saben sólo el concejal y una señora, y después se descubre que el concejal andaba entreverado con los mafiosos –así que tan, tan bueno al final no era–, y no sé si la señora se roba unos caramelos en el supermercado o algo así, pero la cosa es que cuando termina el primer episodio el pobre Joe se queda sin saber quién es y agarrándose la cabeza durante el resto de la temporada. Y yo me pregunto, además: si el tipo cambia de vida y no vuelve más a su casa (ya que no se acuerda de la dirección), ¿quién le va a dar de comer al gato?
Otra cosa interesante es que el autito tiene identidad secreta, como Batman: cuando es rojo es un Viper cualunque –que en la vida real era un modelo tan austero que ni siquiera tenía ventanillas–, pero cuando es gris se convierte en el Defensor, con mil y un compartimientos secretos. Joe sigue siendo Joe, excepto cuando se pone uno de esos impermeables grises para ocultar la escopeta y se convierte en Lorenzo Lamas. A veces también se disfraza de Don Johnson, pero sin tonos pastel.
El punto álgido de cada episodio es cuando Joe aprieta un botón oculto en el volante (que tiene varios botones, también como el de Meteoro) y el Viper se transforma de rojo en gris, con unos efectos por computadora que hoy nos dan risa pero en su momento nos dejaban con la boca abierta. Ojo, que tiene su mérito, ya los quiero ver a ustedes haciendo esos efectos con una Commodore 64 cargada con Windows 3.1.
En cada episodio hay uno de esos argumentos reciclados que pasan por todas las series: o hay que proteger a un testigo, o hay que detener a unos ladrones, o secuestran a uno de los del equipo, o hay que llevar a alguien (o algo) a tal lugar, hay que llegar a tal sitio antes de tal hora, etcétera. De vez en cuando aparece algún actor de fuste, como Tim Thomerson o Bryan Cranston, pero los guiones, al menos vistos casi tres décadas más tarde, están cortados con el mismo molde de hacer galletas. La serie estuvo a punto de no hacerse, ya que la CBS, que la había encargado, dio marcha atrás a causa de su supuesta violencia, pero gracias al apoyo de la Chrysler, que era el obvio patrocinador, Viper tuvo su primera temporada en la NBC, eso sí, como entró como reemplazo a mitad de temporada, apenas fueron 13 episodios (o 12, si tenemos en cuenta que el primer episodio es en dos partes que se emitieron el mismo día) en lugar de los 22 o 24 habituales en una serie de este tipo. El primer episodio se emitió en enero y el último en abril.
Y eso es todo. O casi, porque hubo tres temporadas más, pero de eso hablamos otro día.

FICHA TÉCNICA
Título original: Viper, season 1.
Año: 1994.
País: Estados Unidos.
Cadena original: NBC.
Con: James MacCaffrey, Dorian Harewood, Joe Nipote.

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